En los años 80, la periodista Eileen Welsome encontró cerca de la base aérea de Nuevo México los cadáveres de varios perros con unos altísimos índices de radiación. Con este hecho comenzó su
investigación que dejaría a la luz una gran cantidad de atrocidades cometidas por los EE.UU. para llegar a la bomba atómica. Su libro, “The Plutonium Files”, donde sacaba a la luz los resultados de todos sus descubrimientos, fue premiado con el Pulitzer en 1994.
La investigación comenzó por casualidad. Ella buscaba datos sobre explosivos en un lago cercano cuando se topó con una nota comprometedora sobre unos animales con los que se experimentaba radiactivamente. Los cadáveres habían sido arrojados a un vertedero sin ninguna precaución. Tirando del hilo, la periodista consiguió los informes de 18 personas que habían sido envenenadas con plutonio por científicos pagados por el gobierno federal. Localizó a los pacientes que seguían vivos y a los familiares de los otros para sacar a la luz su historia.
Uno de ellos era Ellmer Allen, un camarero de 40 años que trabajaba en el ferrocarril de San Francisco. En 1947 se hizo una pequeña herida en la pierna en el trabajo y fue al hospital. Increíblemente le diagnosticaron un sarcoma en el hueso y le dijeron que había que amputar. Al mismo tiempo le inyectaron plutonio 239. Los médicos eran cómplices de una red secreta de información gubernamental. Allen sospechó algo pero su médico le diagnosticó esquizofrenia paranoide al mismo tiempo que enviaba las muestras de tejido de la pierna periódicamente al Laboratorio Nacional de Energía de Argonne. La investigación con él siguió hasta los años 70. Murió en el 91 entre terribles dolores y sin llegar a conocer la verdad.
El Proyeto Manhattan, dirigido por el físico y científico Robert Oppenheimer, fue una investigación horrible que tenía como objetivo comprobar los efectos de la radiación en humanos. Esta trama, que se prolongó más de 30 años después de la Segunda Guerra Mundial, experimentó con los pacientes sin su conocimiento y autorización.
En los años 40, en una escuela para discapacitados de Massachusetts, se alimentó a 73 niños con papilla de avena que contenía isótopos radiactivos.
En una clínica de Tennessee, 829 embarazadas fueron envenenadas a escondidas con hierro radiactivo durante 9 meses. El resultado fueron abortos, malformaciones, tumores y cánceres incluso en la adolescencia. En el seguimiento de tal experimento, que duró 20 años, no fue denunciado por nadie.
En los años 60, se irradiaron con rayos gamma los testículos de decenas de presos de la cárcel estatal de Oregón. El experimento estaba recomendado por la NASA, querían conocer la radiación a la que podían estar expuestos los astronautas y sus órganos más delicados.
Unos de los casos más horribles fue el de Simon Shaw, un niño australiano que tenía una grave enfermedad. En 1946, la propaganda de guerra americana subvencionó su tratamiento. Mientras la prensa alababa su generosidad desinteresada, el niño recibía una inyección de plutonio junto al tratamiento y moría meses después.
Entre 1949 y 1969 se realizaron 239 pruebas secretas aéreas en las que se lanzaron 80 tipos de bacterias vivas y agentes químicos en pequeñas zonas pobladas, causando enfermedades y muerte en humanos y animales.
Pero no se experimentó solo con civiles, 1994 salían a la luz los archivos clasificados que demostraban que durante la Guerra Fría cientos de miles de soldados fueron expuestos a gas mostaza, gas nervioso, radiación de iones, sustancias psicoquímicas y alucinógenas y diversas drogas. Un par de años después se dan a conocer las filmaciones del Alamo Gordo donde se puede ver a altos mandos engañando a 200.000 soldados para que se expongan a la radiación a 2 km de las explosiones nucleares.
En 2002 se conocía que 4300 marines fueron sometidos a 113 pruebas entre 1964 y 1968 con armas biológicas y químicas dentro de sus propios buques. Uno de los casos más horribles fue el del buque George Eastman en el que se introdujo gas sarín (un gas letal que ataca al sistema nervioso) por los conductos de ventilación. Por si fuera poco, para descontaminar los buques se usó Betapropriolactono, que es un agente cancerígeno.
Sin embargo, los experimentos más famosos fueron los de drogas, especialmente LSD y mescalina de la operación MK-ULTRA, que se dio a conocer en 1975.
El Departamento de Defensa y la CIA desarrollaron los “programas de experimentación que involucraron a la administración de drogas a seres humanos con la intención de control mental o propósitos de modificación del comportamiento”. La operación MK-ULTRA tenía como objetivo “inducir una contusión cerebral sin trauma físico”. Otra operación similar, la MK-OFTEN quería crear “drogas farmacológicamente activas que afectaran el sistema nervioso central para modificar el comportamiento humano”. Pero la MK-ULTRA es famosa por otra razón.
Theodore Kaczynski era un niño prodigio. Fue aceptado en Harvard con 16 años y consiguió ser profesor de Berkeley, la universidad más importante de California, a los 25. Pero a partir de ahí todo se volvió muy raro. Se mudó a una cabaña sin luz, electricidad ni agua corriente y se dedicó a enviar cartas bomba matando a 3 personas e hiriendo a otras 23. Empezó a ser conocido por el FBI como Unabomber y su método era tan eficaz que no lo hubieran descubierto nunca si su hermano no hubiera reconocido la letra de las misivas que enviaba junto a las bombas.
No hay que ser muy listo para ver que hay un cambio importante en el señor Kaczynski: de niño prodigio a terrorista. Y la culpa estaba en Harvard. Resulta que había participado en unos “estudios de personalidad”, en los que debatirían sobre filosofía. Pero no podría estar más lejos de la realidad. Esos estudios eran el plan MK-ULTRA: daban drogas alucinógenas o señales eléctricas a los participantes con intención de cambiar el funcionamiento normal de su cerebro. Después eran sometidos a pruebas de estrés: los participantes eran expuestos a constantes y brutales ataques psicológicos, mientras eran amarrados a una silla y conectados a electrodos que monitoreaban sus respuestas. Todo esto era filmado y al final del proceso, estando aún atados les mostraban los momentos de mayor inestabilidad mental y malestar psicológico.
En los manifiestos enviados por Kaczynski explicaba que uno de los motivos por los que detestaba la sociedad era por las técnicas de control mental ejercidas sobre la población. Demasiada casualidad, ¿no?
Pero las drogas no fueron la única forma de intento de manipulación mental llevada a cabo.En 1958 un experimento terminó catastróficamente mal. Los testimonios de los testigos y supervivientes del ejército americano han servido para reconstruir lo ocurrido.
El físico Thomas Berlensky y el biólogo Mark Shears llevaban años investigando los efectos de ciertos tipos de ondas sonoras sobre el organismo humano, especialmente el cerebro.En sus experimentos se veía que algunas frecuencias podían afectar a los tejidos orgánicos de muchas formas diferentes y eso interesó mucho al ejército de los EE.UU.
Les proporcionaron un laboratorio militar operativo y Berlensky y Shears buscaron a 50 voluntarios a los que les dijeron que el experimento consistía en investigar la dinámica de grupo de un submarino. Los dividieron en dos grupos de 25, unos serían el grupo de control y fueron encerrados en unas instalaciones insonorizadas. Los otros fueron bombardeados día y noche con frecuencias por encima o por debajo del espectro audible. El día 34 del experimento, ocurrió algo anormal.
Dos soldados empezaron una pelea que pronto se extendió a todos los demás. La violencia del altercado fue desmedida, los experimentadores observaron asustados cómo los soldados se empezaron a agredir con todo lo que encontraron a pesar de no tener armas. Algunos comenzaron a infringirse heridas a sí mismos, mientras otros se ensañaban con los cadáveres de sus antiguos compañeros e incluso los mutilaban. Muchos desmembraron cuerpos y practicaron el canibalismo. Un grupo de hombres armados acudió a extinguir el conflicto pero fueron rechazados con gran facilidad. Al final, 50 hombres de los cuerpos de élite, fuertemente armados pudieron reducir a los escasos supervivientes, que estaban absolutamente dementes.
De los 25 participantes del grupo, 19 habían muerto y 6 presentaban daños cerebrales irreversibles. El ejército puso en marcha un protocolo especial para prohibir difundir los resultados y Berlensky y Shears murieron llevándose el secreto a la tumba. El secreto de cómo consiguieron convertir a 25 personas en bestias sanguinarias y asesinas en menos de un mes.
Por último y también con respecto al control mental, unos documentos emitidos entre 1954 y 1955 muestran cómo la CIA pretendía usar la hipnosis para ocultar mensajes secretos en el subconsciente de soldados, de forma que fuera imposible que los rusos los interceptaran. Otro de sus objetivos era crear una segunda personalidad en los leales soldados americanos, para que se creyeran fervientes comunistas y los rusos confiaran en ellos para después sacarles esa información.
Los resultados fueron desastrosos, no consiguieron nada y es entonces cuando toman la decisión de experimentar con drogas y comienza el MK-ULTRA.
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